En el aniversario 113 del hundimiento del Titanic, recordar la tragedia evoca historias de miles de vidas truncadas. Entre ellas, resuena la de Edgar Andrew, el cordobés que falleció en aquel fatídico viaje inaugural.
Este joven de 17 años, cuya historia permaneció en la memoria familiar durante décadas, se convirtió en un símbolo de la tragedia y un referente en su provincia natal.
TITANIC: QUIÉN ERA EDGAR ANDREW, EL CORDOBÉS QUE MURIÓ EN LA TRAGEDIA
Nacido y criado en Córdoba, Edgar vivió en una estancia cerca de Río Cuarto, y su familia posteriormente se radicó en Villa General Belgrano. De ascendencia inglesa, era el séptimo hijo de Samuel Andrew, quien trabajaba como mayordomo.
Siguiendo una tradición familiar, sus ocho hermanos fueron enviados a estudiar a Inglaterra. Aunque Edgar prefería la vida en el campo, finalmente fue enviado a Bournemouth en 1911 para formarse en el Collegiate School.

Su viaje en el Titanic fue producto de una serie de eventos inesperados. Originalmente, Edgar tenía previsto viajar en el Oceanic para reunirse con su hermano Silvano Alfredo en Nueva York. Silvano, ingeniero naval, lo invitaba a asistir a su boda y, posteriormente, a trabajar en la empresa de su futura esposa.
Sin embargo, una huelga de carboneros en Inglaterra alteró sus planes. El carbón destinado al Oceanic se utilizó para el viaje inaugural del Titanic, y a Edgar le ofrecieron cambiar su boleto al famoso transatlántico, zarpando unos días antes de lo previsto.

A pesar de la magnitud del barco, Edgar no sentía orgullo al embarcar. En una carta premonitoria a su amiga Josey Cowan, expresó: “Figúrese Joey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano”. Esta frase revela una tristeza y quizás un presentimiento sobre el viaje que nunca completaría.
LAS PERTENENCIAS DEL CORDOBÉS JUNTO A LOS RESTOS DEL TITANIC
La historia de Edgar Andrew permaneció principalmente en el ámbito familiar hasta que, en el año 2000, una expedición a los restos del Titanic descubrió una valija en perfecto estado que contenía 51 objetos personales de Edgar. Entre ellos se encontraban cartas de su madre, postales de Río Cuarto, toallas con su monograma, zapatos y un sombrero. Este hallazgo permitió a sus familiares reconectar de manera tangible con su historia.

El descubrimiento de la valija y el renovado interés en la tragedia del Titanic llevaron a que la historia de Edgar Andrew se difundiera en Córdoba. En Río Cuarto se creó un museo virtual en su honor, impulsado por el interés de estudiantes y una profesora de inglés. Su legado perdura como la historia del único cordobés que sucumbió en las frías aguas del Atlántico, un joven cuyo destino quedó marcado por un cambio de planes y un viaje inaugural que se convirtió en leyenda