La historia del papa Francisco tiene un fuerte arraigo en tierras cordobesas, donde vivió dos períodos significativos que influyeron en su trayectoria. Su primera etapa fue como joven novicio jesuita, mientras que la segunda lo trajo de regreso en un momento de particular desafío personal.
Esos años en Córdoba no solo forjaron su carácter, sino que también lo conectaron con figuras clave como el actual arzobispo de Córdoba, Ángel Rossi.
LA VIDA Y OBRA DEL PAPA FRANCISCO EN CÓRDOBA: EL NOVICIADO
Bergoglio llegó a Córdoba en 1958 para iniciar su noviciado en la Compañía de Jesús, que funcionaba en unos departamentos de barrio Pueyrredón. Durante esta etapa formativa, además del estudio y la oración, demostró una temprana vocación de servicio.
Por las mañanas, después del rezo, se dedicaba a visitar “la barranca”, una zona humilde donde compartía tiempo y daba catecismo a los niños. Incluso se dedicaba a jugar con ellos. En 1959, también pasó tiempo en Impira, un pequeño pueblo cercano cordobés, donde algunos recuerdan su paso por la capilla local.
CÓMO FUE EL “EXILIO” DEL PAPA FRANCISCO EN CÓRDOBA
Tras haber sido la máxima autoridad de la Compañía de Jesús en Argentina entre 1973 y 1980, Bergoglio regresó a Córdoba en 1990 en lo que se describe como un “exilio forzado”. Fue destinado a la Residencia Jesuítica de Córdoba. Durante estos años, se dedicó a cuidar a los religiosos ancianos y enfermos.
Su habitación, la número cinco, era pequeña, con una ventana a la calle Caseros y daba a una galería con enredaderas. A pesar de este período de aparente aislamiento, Bergoglio también se desempeñó como confesor en la iglesia Compañía de Jesús. El arzobispo Rossi, quien lo conocía desde antes y cuyo ingreso al Colegio Máximo impulsó el futuro Papa, describió este tiempo en Córdoba como un momento en que Francisco “conoció el desierto de ser puesto al costadito del camino, la soledad del no protagonismo y el silencio del corazón”.
EL LEGADO QUE EL PAPA FRANCISCO DEJÓ EN CÓRDOBA
Aunque dejó Córdoba al ser designado obispo auxiliar de Buenos Aires, Francisco mantuvo un fuerte vínculo con la provincia. Su amistad con Ángel Rossi perduró a lo largo de los años, con constantes comunicaciones y un profundo respeto mutuo.
En noviembre de 2021, lo designó arzobispo de Córdoba y, posteriormente, cardenal. Rossi siempre lo definió como un “hombre de una fe inquebrantable” y destacó su compromiso con los más necesitados. Además, fue Bergoglio quien santificó al Cura Brochero, una figura emblemática de Córdoba a quien describió como un sacerdote con “olor a ovejas” por su cercanía a la gente.

Incluso llegó a comunicarse con el cordobés José Luis Serrano por su caracterización de Doña Jovita hablando sobre el Cura Brochero, agradeciéndole por su trabajo y sentido del humor. Estos gestos demuestran que, a pesar de la distancia, el paso de Francisco por Córdoba dejó una marca imborrable tanto en su vida como en la historia de la provincia.