Con la llegada del feriado del 25 de mayo, las redes sociales se llenan de banderas celestes y blancas, el locro vuelve a los hogares y los actos escolares retoman protagonismo. Pero entre tantas costumbres patrias, muchos argentinos repiten errores históricos que distorsionan el verdadero sentido de la fecha.
A continuación, te contamos los 3 errores más comunes que cometemos al celebrar el 25 de mayo, para que esta vez sí entiendas “de qué se trata”
1. Confundir el 25 de mayo con el 9 de julio
Una confusión típica: pensar que el 25 de mayo fue el día de la independencia. Pero no. Lo que se conmemora es la formación del Primer Gobierno Patrio en 1810, cuando se destituyó al virrey Cisneros y se conformó una junta integrada por criollos. La independencia formal llegó recién el 9 de julio de 1816, en el Congreso de Tucumán. En resumen:
- El 25 de mayo nació el primer gobierno argentino.
- El 9 de julio nos declaramos libres de España.
2. Creer que ya éramos independientes en 1810
Otro error frecuente es pensar que con la Revolución de Mayo ya nos habíamos liberado del dominio español. Pero en realidad, la Primera Junta aún juraba lealtad al rey Fernando VII, que estaba preso por Napoleón.
Fue una jugada estratégica: se gobernaba en nombre del rey, pero sin obedecer a la corona ni al virrey. Esa ambigüedad buscaba evitar represalias y ganar tiempo para consolidar el nuevo poder.
3. Olvidar la complejidad del proceso
Los manuales escolares y muchos actos patrios nos enseñan una versión simplificada: “el pueblo se reunió en la plaza y logró la libertad”. Pero la historia real fue mucho más compleja.
- Había tensiones entre criollos y peninsulares.
- No todas las provincias apoyaban el proceso.
- La participación del “pueblo” fue limitada y manipulada por sectores de poder.
La Revolución de Mayo no fue un acto aislado, sino el inicio de un proceso político largo, conflictivo y con múltiples intereses en juego.

¿Por qué es importante conocer estos errores?
Porque entender el verdadero significado del 25 de mayo es clave para valorar nuestra historia y nuestro presente. Y porque la educación cívica no se enseña solo en la escuela: también se construye en cada conversación, en cada acto y en cada posteo.
