Cuarenta y un años después de la desaparición de Diego Fernández Lima, encontrar sus restos reabrió interrogantes sobre lo ocurrido y coloca bajo la lupa a Cristian Graf, señalado como el principal sospechoso.
Si bien se ha hablado del momento en el que los obreros encontraron los huesos y el proceso de identificar con un adn el nombre de la persona que murió y fue enterrada en el lugar, poco se sabía de una llamada al 911 que fue clave en el caso de Coghlan.

Quién hizo la llamada al 911
Un llamado anónimo al 911 terminó destapando uno de los casos policiales más conmocionantes de los últimos tiempos en la Ciudad de Buenos Aires: la aparición de los restos de Diego Fernández Lima, el estudiante desaparecido en 1984.
Todo comenzó el 20 de mayo pasado, cuando un vecino de avenida Congreso al 3700 miró desde su ventana y vio cómo los obreros de una obra en construcción extraían huesos que parecían humanos.
En las últimas horas se conoció lo que dijo durante una llamada al 911: “¿Qué se hace cuando uno está excavando y encuentra restos humanos?”, le preguntó a la operadora. La comunicación duró apenas dos minutos y medio, pero fue suficiente para poner en marcha una investigación que cerraría, cuatro décadas después, el enigma en torno a Fernández Lima.
El momento en que la policía llegó a la casa de Cristina Graf
La policía llegó a la obra de Congreso 3746/48, donde se levanta un edificio de diez pisos en el terreno donde alguna vez vivió Gustavo Cerati. El capataz, sorprendido por el descubrimiento, había informado a su arquitecto y este, a su vez, buscó respuestas en la casa vecina de Congreso 3742, donde los restos parecían haberse desmoronado desde la medianera.
Allí lo recibió Ingrid Cristina Graf, hija de la propietaria. Su hermano, Cristian Graf vivía en esa casa en los años en que Diego desapareció.
En un principio, la familia Graf sugirió explicaciones alternativas: una antigua iglesia en la zona, viejas caballerizas o incluso tierra traída para nivelar el jardín. Pero los albañiles descartaron esas versiones. “Eso es imposible, al descargar se hubieran dado cuenta”, dijo Rolando Medina Rodas, el obrero que lideró la excavación.