Desde el estreno de You en Netflix, el personaje de Joe Goldberg, un asesino carismático y manipulador, ha despertado una mezcla de fascinación y repulsión. Pero más allá de la ficción, hay una pregunta real que intriga y preocupa: ¿Por qué algunas mujeres sienten atracción por hombres que han cometido crímenes y les escriben cartas, incluso estando tras las rejas?
El fenómeno de escribirle a presos: ¿amor, compasión o algo más?
Escribir cartas a personas privadas de libertad no es algo nuevo. Muchas mujeres lo hacen por diversas razones: desde el acompañamiento emocional hasta la búsqueda de conexión. Pero cuando se trata de criminales famosos o personajes como Joe Goldberg, el asunto toma otro rumbo.

La psicología tiene un término para esto: hibristofilia, una atracción sexual o emocional hacia personas que han cometido delitos graves. Casos como el de Ted Bundy o el del asesino Richard Ramírez (ambos recibieron cartas y propuestas de matrimonio en prisión) lo demuestran.
Joe Goldberg y la cultura pop: el “chico malo” que enamora
En You, Joe Goldberg es un asesino, pero también un narrador sensible, culto y aparentemente romántico. La serie juega con la dualidad: es un criminal, pero también un producto del trauma y del amor malentendido. Esa complejidad genera empatía en muchas espectadoras, y algunas traspasan la pantalla para escribirle a figuras reales con perfiles similares.
¿Es empatía mal canalizada, una necesidad de salvar al “alma rota” o una fantasía controlada desde la distancia? Todo eso entra en juego.

Lo que revela esta atracción
Más que morbo, este fenómeno revela:
- Una búsqueda de control emocional: amar a alguien tras las rejas elimina el miedo al abandono físico.
- Idealización de la oscuridad: muchos personajes peligrosos son mostrados en la ficción como atractivos y sensibles.
- Rebeldía o necesidad de atención: en algunos casos, escribir a presos puede ser un acto de desafío a las normas o de deseo de notoriedad.

¿Está mal escribirles? Un debate abierto
No todas las mujeres que escriben a presos lo hacen por atracción. Muchas lo hacen por empatía, fe religiosa o militancia social. Pero cuando se trata de figuras con historial violento, la línea entre compasión y romantización del peligro se vuelve difusa.